CASA DE ALBA Protagonistas de la Historia de España
Alba: la forja de un linaje histórico y poderoso
ENRIQUE
SORIA MESA Profesor
de Historia Moderna. Univ. Córdoba
Actualizado: 19/11/2014
Linaje noble situado entre los más preclaros de España, la casa de Alba
reúne en el imaginario colectivo todos los tópicos posibles que sobre la
aristocracia nacional se pueden esgrimir. Origen mítico y fabuloso; grandes
personalidades que oscilan entre lo heroico, lo pintoresco y lo frívolo;
enormes patrimonios rústicos y urbanos, parentescos regios, a lo que cabe
añadir una enorme acumulación de títulos y señoríos que la convierten, sin duda
alguna, en la casa nobiliaria más conocida de España y una
de las más destacadas de toda Europa.
Como todos los grandes linajes, el de los Álvarez de Toledo
tiene un origen incierto que se pierde en las brumas de la Alta
Edad Media. Es lo mismo que sucede con infinidad de poderosas casas de la
aristocracia europea e incluso de la propia realeza. No hay más que recordar el
caso de los Habsburgo o de los Saboya, ninguno de los cuales se documenta con
certeza mucho más allá del año 1000.
La estirpe que con el tiempo se denominó Álvarez de Toledo parece arrancar,
hoy resulta casi seguro, de la ciudad epónima y tener, esto es lo más
interesante, un origen mozárabe, antiguos
visigodos sometidos al poder islámico hasta la conquista de la ciudad por
Alfonso VI en 1085. A esta aún poco conocida minoría pertenecióEsteban Illán, un poderoso personaje local cuya
descendencia tomó el apellido de la ciudad en que vivían.
Del todo hay que desechar ridículas leyendas que les hacen provenir nada
menos que de un príncipe griego, hijo o sobrino de un emperador de Bizancio. No
se trata sino de un intento, elaborado allá por el siglo XV, por engrandecer los orígenes del linaje. En
realidad, comenzamos a movernos con seguridad a finales del siglo XIV, tras la
llamada Revolución Trastámara, que proyectó hacia el poder y la gloria a una
larga serie de linajes nobiliarios que anteriormente habían permanecido en un
segundo plano, cuando no ignorados por completo por las crónicas y los
documentos. Es el tiempo de los Guzmán, Ponce de León, Velasco, Pacheco,
Zúñiga, Fernández de Córdoba... y de los Toledo, por supuesto.
Primera ascendencia noble.
La concesión del señorío de Valdecorneja (Ávila) fue el primer gran paso
colectivo que les permitió pasar de mera oligarquía urbana a la condición de nobleza
señorial, así como iniciar una afortunada política
matrimonial con estirpes de mucho mayor nivel que aquellas con
las que anteriormente habían enlazado. Sin embargo, la consagración familiar
vino de la mano de la concesión del condado de Alba
de Liste, otorgado en 1439 a don Fernando Álvarez de Toledo, cuarto
señor de Valdecorneja, esposo de doña Mencía Carrillo, de familia de alto rango
pero aún relacionada con la Ciudad Imperial.
Fue su hijo don García de Toledo quien,
sin duda alguna, elevó a la familia al escalón de la primera nobleza del reino
de Castilla. No solo porque vio cómo, en 1465, se le concedía el título de
duque de Alba, sino por su casamiento. El poder, riqueza e influencia
de los Álvarez de Toledo les permitió enlazar con una de las
principales estirpes castellanas, de muchísimo mayor rango que la suya. Se
trata de los Enríquez, almirantes de Castilla, duques de Medina de Rioseco,
descendientes por línea masculina del rey Alfonso XI.
Escudo medieval de la Casa de Alba
De don García y doña María Enríqueznacieron nueve hijos y,
como era inevitable en esta época, tanto hombres como mujeres, sobre todo estas
últimas, sirvieron de peones dinásticos, enlazando con las
principales casas de la nobleza castellana. Así, doña Mencía y doña Francisca
casaron, respectivamente, con el primer y II duque de Alburquerque; doña María
lo hizo con el conde de Feria y doña Teresa, por último, con el II conde de
Osorno.
Sin embargo, debemos fijarnos en el hijo primogénito, don Fadrique II duque de Alba, uno de los más
importantes personajes de su tiempo. Destacado militar, fue uno de los más
fieles servidores de los Reyes Católicos, y más aún en los complejos años de la
regencia de Fernando ante la incapacidad de su hija la reina doña Juana la
Loca. Entre sus hazañas es de justicia mencionar la dirección del ejército
que conquistó Navarra en 1512, anexionándola definitivamente al
entramado de Coronas que componían la Monarquía Hispánica.
Su boda fue especialmente estratégica, ya que le unió al principal linaje
de la nobleza extremeña, dueño de enormes territorios colindantes con sus
propios dominios. Doña Isabel de Zúñiga, su esposa, era
hija de don Alonso, duque de Béjar, uno de los más ricos magnates del reino. Su
hijo don García debería haber heredado la Casa, pero murió antes que su
progenitor, habiendo casado con doña Beatriz Pimentel, hija de los cuartos
condes de Benavente (otra de las grandes estirpes de la región, cuyos dominios
confinaban igualmente con los señoríos de los Alba). De ellos nació en 1507 don Fernando Álvarez de Toledo, más conocido
como el Gran Duque de Alba.
Tupida red de parentescos
Lo interesante de la genealogía del Gran Duque de Alba no radica solo en su
ascendencia, sino también en la increíble red de parentescos que los Álvarez de
Toledo consiguieron hilvanar en pocas generaciones, que no solo incluyó lo más
granado de la aristocracia peninsular, sino que alcanzó
incluso las testas coronadas de España y Francia y de ciertos
estados soberanos italianos. Ya se ha comentado la importancia que tuvo el
enlace con los Enríquez, almirantes de Castilla. Al ser esta una familia muy
extensa, los Alba se convirtieron en parientes de decenas de nobles de la más
rancia estirpe hispana.
'El banquete de los monarcas', alegoría que muestra al Gran duque de Alba
sirviendo a Felipe II y a Carlos V
Así, entre tíos y sobrinos, primos hermanos y primos segundos, los Álvarez
de Toledo emparentaron directamente con los marqueses de
Astorga, de Villena y de Priego, así como con los condes de
Deleitosa, de Buendía, de Luna, de Alba de Liste y los de Valencia de Don Juan.
También con el conde de Belalcázar, progenitor de los duques de Béjar, lo mismo
que con los duques de Gandía y con el marqués de Denia, don Bernardo de Rojas y
Sandoval, antepasado del valido Lerma. Incluso las redes tejidas por los
Enríquez se extendían fuera de Castilla, incluyendo a los
poderosos duques de Cardona, la primera estirpe del principado de Cataluña.
Mucho más importante aún, estas estrategias familiares les llevaron aconectar directamente con la propia Casa Real española.
Doña María Enríquez, mujer del I duque de Alba, era medio hermana de doña Juana
Enríquez, segunda esposa de Juan II de Aragón y madre de Fernando el Católico.
De esta forma, el II duque de Alba, don Fadrique, era primo
hermano del Rey Católico, circunstancia que sin duda alguna explica
en parte su vinculación y lealtad al trono. Siguiendo esta misma línea
genealógica, nuestro personaje, el Gran Duque de Alba, era primo tercero del
emperador Carlos V, un parentesco que en aquella época resultaba bastante
cercano y operativo.
Como mera curiosidad, estas relaciones alcanzaban incluso a los enemigos
políticos del III duque de Alba. La famosa princesa de Éboli, doña Ana de
Mendoza y de la Cerda, compuso con su marido, Ruy Gómez de Silva, un tándem
cortesano de la mayor influencia, el partido ebolista, que se opuso
frontalmente a las posiciones mucho más beligerantes de nuestro protagonista.
Pues bien, doña Ana era sobrina del duque de Alba, ya que el abuelo materno de
ella era su primo segundo. Además de ello, eran parientes lejanos por otras
ramas.
Lazos con los Médicis
De cualquier forma, lo más llamativo de este esquema de conexiones
familiares es la establecida entre los Álvarez de
Toledo y la mítica casa florentina de los Médicis. Como consecuencia
de la hegemonía hispánica en Italia, en 1539 se desposaba Cosme I de Médicis,
futuro Gran Duque de Toscana (1569), con doña Leonor de Toledo, hija de don
Pedro, segundo marqués de Villafranca y virrey por aquel entonces de Nápoles.
Los marqueses de Villafranca eran una rama segundona de la Casa de Alba, la más
ilustre de todas las que de ellos se derivaron, y que surgió con el propio don
Pedro de Toledo, hijo del II duque de Alba y, por tanto, tío carnal de nuestro
personaje.
Esto convertía a la mencionada doña Leonor en prima hermana del Gran Duque
de Alba, portando desde entonces sangre Toledo los soberanos florentinos. Y no
solo ellos, sino que esta relación alcanzó a la práctica totalidad de los
príncipes europeos, incluidos los Reyes de España, ya que una nieta de esta
doña Leonor fue nada menos que María de Médicis, esposa de Enrique IV de
Francia, de quienes hubo gran descendencia que llega a nuestros días.
Siguiendo la tradición de muchos de sus ancestros, don Fernando casó
endogámicamente, desposando a su prima hermana doña María Enríquez, hija del
tercer conde de Alba de Liste y de doña María de Toledo, hermana de su propio
padre. Este casamiento venía a reforzar los sólidos lazos que
unían a la Casa de Alba con los Enríquez, de los que los condes de
Alba de Liste era una rama segundona.
Descendencia hasta la actualidad
De ellos nacieron varios hijos, tres de los cuales consiguieron superar la
barrera de la infancia y alcanzar la edad adulta. La única hija fue doña
Beatriz, mujer de don Álvaro Pérez Osorio, marqués de Astorga. De los varones,
el mayor fue don Fadrique, IV duque de Alba, quienaunque se desposó tres veces no
tuvo descendencia. En primer lugar casó con doña Jerónima de
Aragón, hija del duque de Segorbe y descendiente de los reyes de Aragón. La
segunda vez, con doña María Pimentel, hija de los sextos condes de Benavente.
Finalmente lo hizo con su parienta doña María de Toledo, hija de los marqueses
de Villafranca, de la que nació un niño que murió a los pocos años.
Así pues, la sucesión familiar recayó en la línea de don Diego de
Toledo, segundo hijo del Gran Duque de Alba, aunque no heredó el
título pues murió en vida de su padre. Fue conde de Lerín y condestable de
Navarra por su casamiento con doña Brianda de Beaumont, heredera de la casa
nobiliaria más destacada del reino navarro, descendiente de sus soberanos. En
el seno de este matrimonio nació don Antonio, quien sucedió a su abuelo el Gran
Duque, siendo V duque de Alba.
De él procedieron los demás hasta el día de hoy, aunque hace ya tiempo que
perdieron el ilustre apellido de Álvarez de Toledo que les vio crecer en gloria
y hazañas. Portan, en cambio, el Fitz-James Stuart que
marca su procedencia extranjera y su descendencia del rey inglés Jacobo II,
aunque por linea ilegítima. Pero esa es otra historia.
Publicado en La Aventura de la Historia Nº109
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