JOSÉ MANUEL NIEVES / MADRID
Día 31/08/2015 - 21.28h
Un
equipo dirigido por Juan Luis Arsuaga identifica cuatro grandes fases de
progreso anatómico del hombre moderno
Los yacimientos de Atapuerca son los mejores del mundo. Y entre todos
los de la sierra burgalesa, quizá el de la Sima de los Huesos sea el más
emblemático. De hecho, allí se han recuperado hasta ahora tantos
fósiles humanos, con antigüedades de hasta 430.000 años, que un equipo de
investigadores, dirigido por Juan Luis Arsuaga, ha decidido elaborar un
modelo de evolución del cuerpo humano. Es decir, una especie de
«manual» que describa cómo la evolución ha ido formando, característica a
característica, la anatomía y las funcionalidades de los seres humanos. El
estudio, que aporta luz sobre cómo los neandertales adquirieron sus rasgos
distintivos, acaba de publicarse en la revista «Proceedings» de la Academia
Nacional de Ciencias norteamericana (PNAS).
Nuestro conocimiento sobre el modo en que ha evolucionado nuestro esqueleto
postcraneal (del cuello para abajo) se ha visto hasta el momento obstaculizado
por la dispersión geográfica (y cronológica) de las especies de humanos que
existieron antes que la nuestra. Pero la enorme abundancia de restos fósiles en
la Sima de los Huesos de Atapuerca hace posible elaborar un auténtico «mapa»
de las características principales que el género Homo, al que
pertenecemos, fue adquiriendo a lo largo del tiempo.
Evolución en cuatro fases
El equipo dirigido por Arsuaga ha elaborado su modelo de evolución
dividiéndolo en cuatro grandes fases, o diseños anatómicos funcionales. No en
vano, se trata de la mayor colección de fósiles humanos jamás hallada
en todo el mundo y, por sí sola, representa una buena parte de todo
los que sabemos sobre los rasgos óseos de las especies humanas que precedieron
tanto a los neandertales como a los humanos modernos.
Las diferentes estrategias adaptativas adoptadas por los homínidos se
reflejan en sus esqueletos. Y, según se explica en el artículo de PNAS, el
análisis de los restos de la Sima de los Huesos ha permitido establecercuatro
grandes patrones sucesivos en la evolución del cuerpo humano: el de los ardipitecos, aún arborícolas aunque ocasionalmente
bípedos; el de los australopitecos, bípedos por obligación (ya que
vivían en extensas sabanas) pero que conservaban aún notables capacidades para
vivir en los árboles; el de los humanos «arcaicos», al que pertenecen tanto
especies como Homo erectus y los humanos de la Sima de los
Huesos (con cuerpos robustos, anchos, más altos que sus antepasados y
exclusivamente bípedos); y el de los humanos modernos, de tipo alto, estrecho y
esqueleto grácil y esbelto.
Clasificando el tamaño corporal y la forma de los fósiles, los
investigadores han encontrado evidencias de que los neandertalespertenecían
a la tercera de esas categorías, aunque sus características no surgieron todas
al mismo tiempo, sino siguiendo una especie de patrón evolutivo en
mosaico, en el que los cambios evolutivos de algunas partes del cuerpo
precedieron a los de otras.
El equipo de Arsuaga encontró también que los humanos de la Sima fueron
relativamente altos, con cuerpos anchos y muy musculosos, aunque con una
capacidad craneal inferior a la de los neandertales. Sin embargo, estos
humanos compartían ya una serie de rasgos anatómicos con los neandertales.
Rasgos que, por cierto, no están presentes en los humanos modernos, la especie
a la que todos nosotros pertenecemos.
Es decir, que a pesar de que los neandertales desarrollaron toda una serie
de características propias, algunos de esos rasgos ya estaban presentes en la
población de la Sima de los Huesos.
Toda esta información resultará de gran utilidad en el futuro a la hora de
situar una especie de homínido en alguna de las categorías propuestas por
Arsuaga y sus colegas. Y aportará nueva luz sobre por qué los rasgos
humanos son como son, y no de otra manera distinta.
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